Sunday, July 25, 2021

UN VIAJE A TRAVÉS DEL TIEMPO

 


               Libro: El viaje a través del tiempo por H.G. Tannhaus
  

Mientras usted lee esta frase, probablemente piense que este momento ("justo ahora") es lo que acontece. El instante presente se percibe como algo singular. Es real. Por más que se recuerde el pasado o se anticipe el futuro, vivimos en el presente. Por supuesto, el momento durante el cual leyó aquella frase ya sobrevino. El que acaece ahora es "este otro". Parece como si el tiempo fluyera, en el sentido de que el presente se va actualizando de modo constante. Tenemos la profunda intuición de que el futuro está indeterminado hasta que se hace presente y de que el pasado es inmutable. Conforme el tiempo fluye, esa estructura de pasado fijo, presente inmediato y futuro indefinido se traslada hacia delante en el tiempo. Y dicha estructura ha quedado plasmada en nuestro lenguaje, pensamiento y comportamiento. De ella depende la manera en que vivimos la vida.

Pero, por natural que parezca, ese modo de pensar no es inherente a la ciencia. Las ecuaciones de la física no nos indican qué sucesos están ocurriendo justo ahora. Son como un plano sin un símbolo que diga "usted está aquí". No existe en ellas el momento presente ni el flujo del tiempo. De hecho, la teoría de la relatividad de Albert Einstein sugiere que no sólo no existe un único presente especial, sino que todos los momentos son igualmente reales [véase "La flecha del tiempo", por Paul Davies].
Creemos que el tiempo se mueve en forma lineal y no en forma circular, ya decía Einstein que la diferencia  entre el pasado, el presente y el futuro es sólo una ilusión persistente.”
La flecha del tiempo", por Paul Davies escribe: 
Dibujemos una flecha del tiempo arbitrariamente. Si al seguir su curso encontramos más y más elementos aleatorios en el estado del universo, en tal caso la flecha está apuntando al futuro; si, por el contrario, el elemento aleatorio disminuye, la flecha apuntará al pasado.
"Recoge tus rosas mientras puedas,/pasa el tiempo y nada queda", escribía Robert Herrick, poeta inglés del siglo XVII, plasmando ese sentimiento general de que el tiempo vuela.¿Y quién dudaría de ello? El paso del tiempo expresa, probablemente, la sensación más honda de la percepción humana, pues vivimos su transcurso fugaz con una intensidad mayor que la que experimentamos con las percepciones del espacio o masa. Se ha comparado el discurrir del tiempo al vuelo de una flecha y al flujo sin retorno de un río, que nos lleva inexorablemente del pasado al futuro. Shakespeare hablaba del "molinillo del tiempo"; su paisano Andrew Marvell, del "alado carruaje del tiempo que se mueve con presteza".
Por evocativas que resulten esas imágenes, celan una demoledora y profunda paradoja. Nada hay en la física conocida que corresponda al paso del tiempo; en su marco conceptual, el tiempo no transcurre, sino que simplemente es. Algunos filósofos sostienen que la misma noción del paso del tiempo carece de sentido y que la metáfora del río o del flujo del tiempo deriva de una idea errónea. Pero, ¿cómo puede ocurrir que algo tan enraizado en nuestra experiencia del mundo resulte ser falso? ¿Esconde acaso el tiempo una cualidad fundamental que se le ha escapado a la ciencia?

Nuestros sentidos nos dicen que el tiempo fluye: es decir, que el pasado está fijo, el futuro indeterminado y la realidad vive en el presente. Sin embargo varios argumentos físicos y filosóficos sugieren lo contrario. El paso del tiempo es probablemente una ilusión. La consciencia puede involucrar procesos termodinámicos o cuánticos que causan la impresión de vivir momento a momento.

El tiempo no es de la Esencia

 En la vida diaria dividimos el tiempo en tres partes: presente, pasado y futuro. La estructura gramatical del lenguaje gira en torno a esta distinción fundamental. La realidad está asociada con el momento presente. El pasado lo tomamos como algo que ha dejado de existir, mientras que el futuro es más sombrío, sus detalles son todavía informes. En esta simple imagen, el «ahora» de nuestra vigilia consciente se desliza constantemente hacia delante, transformando eventos que pertenecieron alguna vez al futuro amorfo en la realidad concreta pero flotante del presente y, por lo tanto, relegándolos al pasado fijo.

Por obvia que pueda parecer esta descripción surgida del sentido común, contradice seriamente la física moderna. Volviendo a Albert Einstein famosamente expresó este punto al escribirle a un amigo, «El pasado, presente y futuro sólo son ilusiones, aunque sean obstinadas». La sorprendente conclusión de Einstein deriva directamente de su teoría especial de la relatividad, que niega cualquier significancia absoluta o universal al momento presente. De acuerdo a esta teoría, la simultaneidad es relativa. Dos eventos que ocurren en el mismo momento, si son observados desde un marco de referencia, pueden ocurrir en diferentes momentos, si son vistos desde otro marco.

Una pregunta inocua como « ¿Qué está pasando en Marte ahora?», no tiene respuesta definida. El punto clave es que la Tierra y Marte están muy lejos el uno del otro —más de 20 minutos luz. Como la información no puede viajar más rápido que la luz, un observador en la Tierra es incapaz de conocer la situación en Marte en ese mismo instante. Él debe inferir la respuesta después del evento, cuando la luz ha tenido la oportunidad de pasar entre los planetas. El evento pasado que se infirió será diferente dependiendo de la velocidad del observador.

Por ejemplo, durante una futura expedición humana a Marte, los controladores de la misión ubicados en la Tierra podrían decir, «Me pregunto qué estará haciendo en este momento el Comandante Jones en la Base Alpha». Al mirar su reloj y ver que son las 12:00 p.m. en Marte, su respuesta tal vez sea «Comiendo el almuerzo». Pero un astronauta que pasa junto a la Tierra a una velocidad cercana a la luz en ese mismo momento podría, al ver su reloj, decir que el tiempo en Marte es antes o después de las 12:00p.m., dependiendo de su dirección de movimiento. La respuesta de ese astronauta sobre las actividades del Comandante Jones sería «Está cocinando el almuerzo» o «Lavando platos». Esos errores hacen que parezca una broma cualquier intento de conferir un status especial a cualquier momento en el presente, en tanto se desconoce al «ahora» de quién se están refiriendo. Si tú y yo estuviéramos en movimiento relativo, un evento que yo pudiera juzgar como inserto en el futuro amorfo podría ya existir para ti en el pasado fijo.

La conclusión más directa es que tanto pasado como futuro están fijos. Por esta razón, los físicos prefieren pensar en el tiempo como algo que yace en su totalidad —un análogo del paisaje, un paisaje temporal— con todos los eventos pasados y futuros localizados juntos. Es una noción a la que algunas veces se refiere como bloque de tiempo. En esta descripción de la naturaleza está completamente ausente cualquier cosa que privilegie un momento especial como presente, o cualquier proceso que pudiera convertir sistemáticamente eventos futuros en eventos presentes y, después, en pasados. En pocas palabras, el tiempo del físico no pasa ni fluye.

Cómo no vuela el tiempo

 Un número de filósofos a lo largo de los años ha llegado a la misma conclusión al examinar aquello a lo que normalmente nos referimos como el paso del tiempo. Ellos afirman que la noción es internamente inconsistente. El concepto de flujo, después de todo, se refiere a movimiento. Tiene sentido hablar del movimiento de un objeto físico, como una flecha a través del espacio, al describir cómo su localización varía con el tiempo. ¿Pero qué significado puede unirse al movimiento del tiempo mismo? ¿Se mueve en relación a qué? Mientras que otros tipos de movimiento relacionan un proceso físico con otro, el putativo flujo del tiempo relaciona al tiempo con el tiempo mismo. Hacer la sencilla pregunta de «¿Qué tan rápido pasa el tiempo?» expone lo absurdo de la idea. La respuesta trivial «Un segundo por segundo» no nos dice nada en absoluto.

Aunque parezca conveniente referirse al paso del tiempo en las actividades de cada día, la noción no imparte nueva información que no pueda ser entendida sin ella. Considera el siguiente escenario: Alice estaba esperando una blanca navidad, pero cuando el día llegó ella estaba decepcionada de que sólo lloviera; sin embargo, estuvo contenta de que nevara al día siguiente. Aunque esta descripción está repleta de referencias al paso del tiempo, exactamente la misma información es obtenida simplemente al correlacionar los estados mentales de Alice con fechas, de manera que se omite cualquier referencia al tiempo que pasa o al mundo que cambia. Entonces, el siguiente árido catálogo de datos es suficiente:


Diciembre 24: Alice espera una blanca navidad.

Diciembre 25: Llueve. Alice está decepcionada.

Diciembe 26: Nieva. Alice está feliz.

 
En esta descripción nada pasa o cambia. Simplemente hay estados del mundo en diferentes fechas y asociados con el estado mental de Alice.

Argumentos similares datan de antiguos filósofos griegos como Parménides y Zeno. Hace un siglo el filósofo británico John McTaggart buscó dibujar una clara distinción entre la descripción del mundo en términos de los eventos que están sucediendo, a los que llama serie A, y la descripción en términos de fechas correlacionadas con los estados del mundo, la serie B. Cada uno parece ser una descripción verídica de la realidad, y sin embargo los dos puntos de vista parecen contradecirse. Por ejemplo, el evento «Alice está decepcionada» estuvo una vez en el futuro, después en el presente y más tarde en el pasado. Pero pasado, presente y futuro son categoría excluyentes, entonces ¿cómo puede un único evento pertenecer a las tres? McTaggart usó este choque entre la serie A y B para argumentar la irrealidad del tiempo como tal, quizá como una conclusión drástica. La mayoría de los físicos lo pondría en términos menos dramáticos: el flujo del tiempo no es real pero el tiempo mismo es tan real como el espacio.

Justo a tiempo

Una gran fuente de confusión en las discusiones sobre el paso del tiempo surge de su ligadura con la llamada flecha del tiempo. El negar que el tiempo fluye no es proclamar que las designaciones «pasado» y «futuro» carezcan de base física. Eventos en el mundo innegablemente forman una secuencia unidireccional. Por ejemplo, un huevo que se deja caer sobre el suelo se romperá, mientras que el proceso inverso —un huevo roto espontáneamente armándose hasta quedar como intacto— nunca es visto. Éste es un ejemplo de la segunda ley de la termodinámica, la cual establece que la entropía de un sistema cerrado —vagamente definida como el «desorden» que contiene ese sistema— tenderá a elevarse con el paso del tiempo. Un huevo intacto tiene menos entropía que uno estrellado.

Dado que en la naturaleza abundan procesos físicos irreversibles, la segunda ley de la termodinámica juega un papel clave en imprimirle al mundo una asimetría conspicua entre las direcciones pasado y futuro que corren a lo largo del eje del tiempo. Por convención, la flecha del tiempo apunta hacia el futuro. Esto no implica, sin embargo, que la flecha se esté moviendo hacia el futuro, de la misma forma que la aguja de una brújula que apunta hacia el norte no indica que la brújula esté viajando hacia el norte. Ambas flechas simbolizan una asimetría, no un movimiento. La flecha del tiempo denota una asimetría del mundo en cuanto al tiempo, no una asimetría del flujo del tiempo. Las etiquetas «pasado» y «futuro» pueden ser legítimamente aplicadas a direcciones temporales, como «arriba» y «abajo» pueden ser aplicadas a direcciones espaciales, pero hablar del pasado o del futuro carece de sentido tanto como referirse a arriba y abajo.

La distinción entre «pasado» o «futuro» y «el pasado» o «el futuro» puede ilustrarse gráficamente al imaginarse una película de, digamos, un huevo cayendo sobre el suelo y rompiéndose. Si la película corriera en reversa a través del proyector, todos verían que la secuencia es irreal. Ahora imagina que la película es cortada en cuadros y los cuadros fueran mezclados aleatoriamente. Sería una tarea complicada para alguien el reacomodar la pila de cuadros en secuencia correctamente ordenada, con el huevo estrellado al principio de la pila y el intacto hasta el fondo. Esta pila vertical retiene la asimetría implicada por la flecha del tiempo porque forma una secuencia ordenada en un espacio vertical, probando que la asimetría del tiempo es de hecho una propiedad de los estados del mundo, no una propiedad del tiempo como tal. No es necesario que la película sea proyectada para que la flecha del tiempo sea discernida.

Dado que la mayoría de los análisis físicos y filosóficos del tiempo fallan en descubrir cualquier signo de un flujo temporal, nos dejan con una especie de misterio. ¿A qué le deberíamos atribuir la poderosa y universal impresión de que el mundo está en un estado de flujo continuo? Algunos investigadores, notablemente el fallecido Nobel de Química Ilya Prigogine, han afirmado que la sutil física de los procesos irreversibles hace del flujo del tiempo un aspecto objetivo del mundo; aunque algunos argumentamos que constituye algún tipo de ilusión.

Después de todo, en realidad no observamos el paso del tiempo. Lo que realmente observamos es que los estados posteriores del mundo difieren de los estados anteriores que todavía recordamos. El hecho de que recordemos el pasado, más que el futuro, es una observación no del paso del tiempo sino de la asimetría del tiempo. Nada más que un observador consciente registra el flujo del tiempo. Un reloj mide la duración entre eventos tanto como una cinta métrica mide distancias; no mide la «velocidad» con que un momento sucede a otro. Por tanto, parece que el flujo del tiempo es subjetivo, no objetivo.

Viviendo en el presente

 Esta ilusión clama por una explicación y la respuesta debe buscarse en la psicología, neurofisiología y tal vez en la lingüística o cultura. La ciencia moderna apenas ha comenzado a considerar la cuestión de cómo percibimos el paso del tiempo; sólo podemos especular sobre la respuesta. Quizá tenga que ver con el funcionamiento del cerebro. Si giras varias veces y te detienes súbitamente, te puedes sentir desorientado. Subjetivamente, parece que el mundo está rotando en relación a uno, pero la evidencia es suficientemente clara: no es así. El movimiento aparente de lo que te rodea es una ilusión creada por la rotación del fluido en el oído interno. Quizás el flujo temporal es semejante.

Hay dos aspectos de la asimetría del tiempo que pueden crear la falsa impresión de que el tiempo fluye. La primera es la diferencia termodinámica entre pasado y futuro. Como los físicos han descubierto en las décadas pasadas, el concepto de entropía está cercanamente relacionado con el contenido de información de un sistema. Por esta razón, la formación de la memoria es un proceso unidireccional —nuevos recuerdos añaden información y elevan la entropía del cerebro. Quizá percibamos esta unidireccionalidad como el flujo del tiempo.

Una segunda posibilidad es que nuestra percepción del flujo del tiempo esté ligada a la mecánica cuántica. Se ha apreciado desde los primeros días de la formulación de la mecánica cuántica que el tiempo entra en la teoría de una manera única, a diferencia del espacio. El papel especial del tiempo es una de las razones por las que es tan difícil unir la mecánica cuántica con la relatividad general. El principio de incertidumbre de Heisenberg, de acuerdo con el cual la naturaleza es inherentemente indeterminística, implica un futuro abierto (y, por tanto, un pasado abierto). Éste indeterminismo se manifiesta a sí mismo casi conspicuamente en una escala atómica de tamaño y dicta que las propiedades observables que caracterizan a un sistema físico están generalmente indecisas de un momento a otro.

Por ejemplo, un electrón golpeando un átomo puede rebotar en una de muchas direcciones y es normalmente imposible predecir cuál será el resultado en cualquier caso. El indeterminismo cuántico implica que para un estado cuántico particular hay muchos (posiblemente infinitos) futuros alternativos o realidades potenciales. La mecánica cuántica prevé las probabilidades relativas para cada resultado observable, aunque no dice cual futuro potencial está destinado a la realidad.

Pero cuando un observador humano toma una medida, uno y sólo un resultado es obtenido; por ejemplo, el electrón que rebota será encontrado moviéndose en cierta dirección. En el acto de medición, una única y específica realidad se proyecta desde un vasto conjunto de posibilidades. Dentro de la mente del observador, lo posible hace una transición a lo actual, el futuro abierto al pasado fijo —lo cual es precisamente a lo que nos referimos con el flujo del tiempo.

No hay un acuerdo entre físicos en cuanto a cómo se lleva a cabo esta transición de muchas realidades potenciales a una única realidad. Muchos físicos han argumentado que tiene que ver con la consciencia del observador, basándose en que es el acto de observación lo que guía a la naturaleza a decidirse. Unos cuantos investigadores, como Roger Penrose de la Universidad de Oxford, mantienen que la consciencia —incluyendo la impresión del flujo temporal— puede relacionarse con procesos cuánticos en el cerebro.

Aunque los investigadores han fallado en encontrar evidencia de un solo «órgano del tiempo» en el cerebro, en la forma de —digamos— la corteza visual, puede ser que trabajo futuro puntualice esos procesos cerebrales responsables de nuestra sensación del paso temporal. Es posible imaginar drogas que pudieran suspender la impresión del sujeto de que el tiempo pasa. De hecho, algunos practicantes de meditación presumen su capacidad de alcanzar esos estados mentales naturalmente.

¿Y si la ciencia fuera capaz de explicar que el tiempo no fluye? Quizá no nos preocuparíamos más por el futuro o lamentaríamos el pasado. Las preocupaciones acerca de la muerte pudieran convertirse en algo tan irrelevante como las preocupaciones sobre el nacer. La espera y la nostalgia tal vez dejarían de ser parte del vocabulario humano. Sobre todo, la sensación de urgencia que tanto se asocia a la actividad humana podría evaporarse. No seríamos esclavos de lo que Henry Wadsworth Longfellow describía cómo «actúa, actúa en el presente que vive», porque el pasado, presente y futuro serían literalmente, cosas del pasado.

Traducción: Viridiana Lizardo Briseño

 
Cambiarle el signo algebraico al tiempo (sustituir t por –t) no sólo engendra absurdos dignos del País de las Maravillas en las películas. En la novela La flecha del tiempo del escritor británico Martin Amis el tiempo fluye hacia atrás.

Invertir el signo algebraico del tiempo puede trastocar el mal y el bien y volver buenos a los nazis. Esto debería bastar para demostrar que el tiempo no fluye hacia atrás, lo que podríamos llamar la demostración moral de la flecha del tiempo. Pero, ¿hacen falta demostraciones? Claro que no. La asimetría del tiempo está impresa en todo lo humano, desde las clases de historia hasta nuestras agendas llenas de planes para el futuro, desde el huevo revuelto del desayuno hasta el paquete de servicios que le compramos a la agencia funeraria. Tantas preocupaciones humanas dependen de esta asimetría fundamental del tiempo: el estrés (angustia de lo que está en el futuro), el arrepentimiento (angustia de lo que está en el pasado), la urgencia (angustia del futuro inmediato), la impaciencia (molestia por la lentitud con la que pasa el tiempo), la esperanza (incertidumbre del futuro que nos da aliento), la nostalgia (certeza de que el pasado fue mejor). Por eso es muy extraño que la asimetría no esté impresa en la física misma. Las leyes de la física no distinguen el pasado del futuro; les da igual si pasamos la película en reversa. O si guardamos la película en su lata.
Es más que un prejuicio el suponer que otros puntos del espacio y el tiempo no existan exactamente de la misma manera.

¿Un problema o dos problemas?  

Abordar el problema desde la física y la filosofía de la física nos conduce a prestar atención a las teorías físicas vigentes y atender a qué tipo de relación puede establecerse entre estas teorías y la flecha del tiempo. La estrategia consiste en el intento de encontrar alguna característica material del mundo que pueda ser coordinada de una u otra manera con la direccionalidad temporal (Sklar 1974, 355). Es decir, se intenta reflejar en el formalismo de alguna teoría física vigente la idea de un tiempo asimétrico. Sin embargo, cabe preguntarse, ¿rescatan las leyes de la física estas propiedades del tiempo? Y, en caso de hacerlo, ¿cómo lo hacen?

Supongamos que hay un vaso sobre la mesa. El vaso, en un momento determinado, cae al piso y se rompe en múltiples pedazos. Quien entra a la habitación y ve lo sucedido puede, rápidamente, reconstruir los sucesos previos: había un vaso sobre la mesa que, luego, cayó al piso y se rompió. Nunca hemos presenciado la escena temporalmente inversa: un vaso roto en el piso que, espontáneamente, se reconstruye y se ubica en la mesa de manera intacta: nadie esperaría ante un vaso destrozado en el piso su reconstitución espontánea y su “salto” hacia la mesa. Llamamos a esta clase de procesos macro-físicos, irreversibles.

Ahora bien, podemos describir esta misma situación desde el punto de vista de la física recurriendo a la estructura formal y conceptual de la mecánica clásica. El vaso es ahora una abrumadora cantidad de partículas que están dispuestas espacialmente de una manera particular, donde cada partícula, en principio, tiene una posición y una velocidad determinadas en el instante t0 –que corresponde al instante en el que el vaso estaba sobre la mesa. En un determinado momento, las partículas dejan de estar confinadas en el espacio definido por el vaso y comienzan a alejarse a distintas velocidades: las partículas han cambiado su posición, su velocidad y, ahora, si las tomamos en conjunto, ocupan un espacio completamente diferente, encontrándose ampliamente dispersas. Este instante, t1, corresponde a lo que macro-físicamente veíamos como numerosos pedazos de vidrio esparcidos sobre el piso. En principio, podríamos describir la trayectoria de cada partícula según las leyes de la mecánica clásica y determinar una evolución particular del sistema según la cual, en un principio, las partículas se encontraban en un cierto estado y, luego, al cabo de un tiempo, se encuentran en otro estado diferente. Nada hay de extraño allí y el mundo macro-físico encuentra en la descripción del mundo micro-físico una lupa sumamente precisa, acompañada de un formalismo en sintonía con lo observable. Llamemos a esta situación S1.

Sin embargo, todavía considerando el mismo fenómeno desde el punto de vista micro-físico, supongamos una situación distinta, a saber, S2: tomamos el conjunto de partículas que encontrábamos en t1, luego de la caída del vaso, e invertimos temporalmente todas las variables definidas en función de la variable t (esto es, sus velocidades), lo que formalmente equivale a invertir el tiempo. A partir del estado así definido, las partículas comienzan a reagruparse, hasta llegar a ocupar una distribución espacial muy particular: constituyendo el vaso original sobre la mesa. Claramente quedaríamos perplejos ante tal evolución. Pero tomemos, ahora, una partícula sola entre la abrumadora cantidad de partículas en cuestión y hagamos la misma operación. Simplemente, determinaremos la trayectoria de una partícula que primero está en un lugar en un cierto estado y al cabo de un tiempo se encuentra en otro estado y otro lugar. Nada de extraño hay en ello. Pero, entonces, no debería por qué haber algo extraño si consideramos un número mayor de partículas: no parece haber motivo alguno por el cual debamos aplicar un razonamiento diferente si en lugar de considerar una partícula consideramos una cantidad de 1023 partículas. En definitiva, las leyes de la mecánica clásica que describen a una partícula describen a todas de la misma manera. Por lo tanto, desde el punto de vista del formalismo físico que describe tanto la situación S1 como la S2, nada hay de sorprendente: S2 es una evolución tan posible como S1 dado el formalismo de la mecánica estadística clásica.

A primera vista, este ejemplo cotidiano contiene germinalmente tanto el problema de la flecha del tiempo como el problema de la irreversibilidad, tal como han sido usualmente entendidos y vinculados en la bibliografía filosófica. Por un lado, las intuiciones temporales se hacen evidentes en la situación presentada cuando ordenamos los eventos de una única manera. Cuando nos preguntamos por el fundamento físico de estas intuiciones temporales, nos adentramos en el corazón del problema de la flecha del tiempo: ¿existe algún indicio físico descripto por alguna teoría física que nos permita justificar el ordenamiento temporal que llevamos a cabo? Una respuesta a esta pregunta podría consistir en argumentar que la dinámica involucrada en el proceso de caída y rotura del vaso juega el papel de fundamento o indicio físico para la flecha del tiempo: es el carácter irreversible que se expresa en la dinámica de la situación lo que permite dar cuenta de la asimetría temporal. Sin embargo, esta respuesta nos conduce a un problema bastante paradójico: mientras que el sistema, a nivel macroscópico, parece exhibir un comportamiento evidentemente irreversible, la microfísica exhibe un comportamiento completamente reversible. Este es el problema de la irreversibilidad, al menos en una presentación general: ¿cómo explicar la evolución irreversible de los macroestados de un sistema en términos de la evolución reversible de sus microestados? La pregunta es: ¿estamos frente a dos caminos que se bifurcan y conducen a dos problemas distintos, o estamos frente a un problema cuya resolución depende de definir y resolver otro problema?

Einstein no lo decía nada más por poetizar: en 1905, por afán de nivelar una fea asimetría que había aparecido en otro rincón de la física, se vio obligado a modificar esas “leyes” del espacio y el tiempo y al modificarlas las dejó casi irreconocibles: ahora resulta que la extensión de un objeto depende de la velocidad a la que se desplaza y que el tiempo transcurrido entre dos sucesos no es igual para todo el mundo. Para resarcirnos por tener que aceptar estas cosas tan extrañas, la teoría especial de la relatividad reunifica la física, y el tiempo y el espacio adquieren esa hermosa, aunque inquietante, simetría que mencionan Einstein y la baronesa Blixen.

Como explica el físico Paul Davies, la aguja de una brújula que apunta al norte no implica ningún movimiento hacia el norte, sólo una asimetría respecto a la dirección norte-sur, y la fuerza de gravedad una asimetría respecto a arriba y abajo. De la misma manera, la flecha del tiempo sólo señala una asimetría del tiempo respecto al antes y al después, pero “hablar del pasado y del futuro es tan absurdo como si habláramos del arriba y del abajo”. No hay un arriba absoluto ni un abajo absoluto. Tampoco hay futuro y pasado absolutos, sólo instantes que van antes que otros sin que ninguno sea el instante de referencia respecto al cual se pueda hablar de pasado y futuro sin caer en contradicciones.

Hoy les dejo este pensamiento en función al tiempo... “No permitas que tu felicidad dependa de alguien porque no siempre esa persona será como crees.” Lo más importante es no juzgar a nadie.
Como al parecer todo gira en torno a la misma persona y el mismo sentimiento aquí trato de darle sentido a este punto de vista de este tiempo. La pregunta no es donde sino cuando. como diría H.G. Tannahus.
Solo hay que salir de aquí. En que mundo estamos.


 

 


 

Sunday, July 18, 2021

Nómadas, Númidas, Nomadis

 

                                

                    BMW R100RS - Foto ©: Asdrúbal Perdomo 

Nómada: en griego, "nomos" significa "pasto", y el "nómada" era el jefe o un anciano del clan que dirigía la distribución de los pastos. El verbo Nemin "pasturar", "placer, "disponer o "esparcir", tiene desde los tiempos de Homero otro significado: " distribuir", " dispensar", "repartir", referido sobre todo a las tierras, los honores, la carne y la bebida.
La palabra Nómada no es griega ni latina, sino que se trata de un préstamo  en ambas lenguas, que los griegos intentaron explicar como derivado de "Nomos". Procede de Numida. Los Númidas son un pueblo norteafricano autóctono, que vivía en todo el amplio entorno donde los Fenicios Tirios fundaron Cartago. Eran trashumantes y ganaderos en origen, si bien luego se sedanterizaron, y se organizaban en clanes. Eran excelentes jitenes y luchaban a caballo, montando a pelo y provistas de lanzas ligeras. Herótodo, que ya los conoció, adoptó su propio nombre al griego "Nomas, Nomados", haciendo coincidir su raíz con el vocablo "Nomos".
Con el tiempo formaron un reino poderoso, en que su rey Massinissa se hizo aliado de los romanos frente al poder de Cartago ( a veces sus guerreros habían ayudado a Cartago y estuvieron presentes en los ejércitos Cartagineses). Posteriormente, debido a su larga alianza con Roma que finalmente acabaría con la incorporación del territorio al imperio Romano, los guerreros Númidas formaron parte innumerables veces de las tropas auxiliares de las legiones Romanas, constituyendo cuerpos de ágil y ligera caballeria de acoso para hostigamiento y huida, frente a la caballería pesada, poco ágil, pero adecuada para quebrar formaciones en sus cargas.
La palabra Nómada según el DRAE , on line Etymology Dictionary y Merriam Webster vienen del Latín "Nomas" - ādis y este del griego (Nomas) genitivo (Nomados), que pace, que está en el campo, que reparte.
El adjetivo griego Voņáş (Nomas) genitivo (Nomados) se aplicaba entre los griegos para describir etnias, tribus o llaves que se trasladaban habitualmente y los hacía distintos a los pueblos sedentarios. 
Hipócrates (siglo V a. C) en su obra: sobre los Aires, Aguas y Lugares dice: "Habitan allí los Escitas se llaman nómadas porque no tienen casa, sino que viven en carros".
Luigi Aldo en Noņáďeş e Numidae. Caratterizzazione Etnica di un Popolo. Se ocupa de analizar la evolución sufrida por el término "Nómadas", inicialmente cargado de una particular significación étnica que los hacía distintos de los pueblos sedentarios. La movilidad geográfica de este término, que con el paso del tiempo designara a las poblaciones localizadas al Occidente de Cartago, revela tal vez una migración de las tribus que originariamente asumirían ese nombre. Los Romanos tomaron de la Sicilia griega el nombre cuando ya había perdido todo significado original y lo trasliteraron en "Numida" oscureciendo definitivamente tal significado.
El nombre "Numidía" fue aplicado primero por Polybius y otros Historisdores  durante el siglo III a.C. para indicar el territorio al Oeste de Cartago.
Cayo Polonio Cecilio Segundo conocido como Pilinio EL Viejo (23-79 D.C) científico Romano  en su obra: Historia Natural dice: " En El río Ampsaga empieza Nimidia, un país  que se ha hecho famoso por el nombre de Massinissa. los Griegos  le llamaban Metagonitis y ellos les denominaban a sus personas Nómadas, de su costumbre de cambiar con frecuencia su pasto , y llevar sus casas en carros".
En la obra "Geografía Clásica" por H. F. Tozer- Numidia, Mauretania podemos leer: " El nombre de sus habitantes, Numidae, que solo otra forma del Griego Noņáďeş, significa ellos que se trasladan.
De todos estos podemos entender que el nombre Griego Voņáģ se usaba antes de Numida.
En realidad los Beréberes (pueblo indígenas de África) se llaman a sí mismos como una variante de la palabra "Imazighen", que significa "Hombres libres", o utilizan los nombres " kabyle" o " Chaoui" pero es Heródoto el que nos da la clave más clara de la situación geográfica de estos pueblos que dan lugar al vocablo que se refiere a ellos originariamente. Y es Plutarco quien explica su origen y Luciano que lo emplea correctisimamente.
obviamente lo que existe antes en Griego es "Nomos" y "Noméo", en cuyo paradigma se inserta artificialmente el nuevo vocablo, que propiamente es un calco ajustado a la lengua Griega.
Los Romanos asumen el término acuñado por los griegos, en la forma de "Nomas", "Nomadis" pero saben exactamente que pueblo generó este vocablo vinculado al grupo lingüístico Bereber, del que vuelven a hacer un calco más exacto, respetando el localismo autóctono  en su propia lengua cuando establecen pactos con ellos: esta forma es "Numida" que es como se autodenominan a si mismos. Queda en Latin la forma "Nomades" (Helenizante), para referirse a los "Númidas" en el registro poético (ver Virgilio - Eneida IV, 320, también Propercio o  Marcial lo emplean, entre otros) y alguna vez por extensión, como hicieron los griegos,  aplican a pueblos estelares o desérticos de características similares. 
Los Numidas, habitantes de Sahel, eran los principales "Nómadas" conocidos para los pueblos mediterráneos antiguos. 
Por último esta explicación es impartida y algo generalmente admitido por todos los departamentos de Historia Antigua de las Facultades, según testimonios históricos, epígrafes y numismáticos: que los "Númidas"  dan origen al vocablo "Nómada" en Griego, por mucho que se ajuste a su lengua, y al concepto de Nomadismo en la cultura Griega y Romana, que no es simplemente pastorear o vivir de la ganaderia, ya que el pastoreo Griego no era necesariamente nómada ni mucho menos.
Ahora podemos montarnos en la moto y ser un poco nómadas de un lado a otro, sin ningún sitio específico, viviendo cada día con un #noplan, dando lo mejor cada momento, tomando los momentos como una caricia de la brisa en la mejilla... nada es tan simple como este momento en la vida. Nos merecemos algo mejor, no estar solos, somos buenas personas. Es nuestro deber ser mejores seres humanos.