A
pesar de que Ifá dice que uno debe ser benevolente en todo momento, Ifá nos
advierte de que cualquier asistencia que uno rinda a otra persona, debe ser
hecha de tal manera que beneficie al que la reciba. Ifá dice que uno no debe
rendir asistencia a medias, porque al final, tal asistencia no será útil para
el que lo da, como para el que lo recibe, y podría incluso llevar a problemas.
Un ejemplo se consigue en el Odu Ofún Meji, donde dice Ifá:
Àsoore Isetán nii Je melooriyin
Diá fún Àlàde Oníwàta- Mètú
Ni´jo ti ´n lo rèé dá´ko
ebá onà
Ebo ni wón ní kó wáá se
Ó ko´ti ogbonyin sébo
Àlàdé i bá tètè mo
I bá wááf´owó s´ àrúfín ebo
Traducción:
Hacer
el bien a media, usualmente lleva a no recibir la gratitud de aquellos a quien
uno asiste
Esta fue la declaración de Ifá
para Àlàdé Oníwatá- Mètú
Cuando iba a cultivar la granja
a la orilla del camino
Fue aconsejado de ofrecer ebo
Él se rehusó a cumplir
Si Àlàdé hubiera sabido antes
de que fuera tarde
El habría gastado su dinero
para ofrecer todo el ebo prescrito.
Esta
fue la declaración de Ifá Àlàdé Oníwatá- Mètú era un hombre de buen corazón. Todos
los días de su vida, el planeaba asistir a las personas y darle a los
necesitados. Él era conocido por ser un hombre benevolente. Como resultado de
su benevolencia, mucha gente iba a su casa a buscar algún favor.
Ellos
nunca eran decepcionados. El único momento en el que Àlàdé decía que no a
alguien, era cuando él no tenía lo que esa persona había venido a buscar.
Algunas veces, sin embargo, el pedía dinero prestado para darle a los
necesitados. Él también tenía el hábito de darle sus propios vestidos a los
demás, si sentía que los necesitaban más que él. Este era el estilo de vida de Àlàdé
Oníwatá- Mètú.
Un
día, Àlàdé planeó comenzar a cultivar en otra granja que estaba en la orilla
del camino. Haciendo eso, el sentía que aquellos que necesitaban su asistencia,
tendrían más fácil acceso a él y el sería capaz de ayudar a más gente. Por está
razo, él se acercó a los Awo mencionados arriba para consultar Ifá: ¿Tendré una
cosecha abundante, en la granja que voy a cultivar? ¿Seré capaz de ayudar a más
gente en esta nueva ubicación. Estas fueron las dos preguntas que Àlàdé tenía
en su mente, cuando se acercó para consultar Ifá. Él sabía que una cosecha
abundante le daría mayor capacidad de llegar a más personas.
Los
Awo le aseguraron que ciertamente tendría una cosecha abundante. Sin embargo,
le advirtieron que aunque a él le encantaba ayudar a la gente, él tenía que
asegurarse de que, a quien fuera a ayudar, debía darle la ayuda completa y no a
medias. Le dijeron que ayudar alguien a medias solo lo llevaría a tener
problemas. Por ejemplo, si el planeaba darle a alguien un vestido, él debía
darle un vestido completo: pantalones, ropa interior, camisa y sombrero que
hicieran juego. No era recomendable para él, darle a la persona unos pantalones
y mandar a la persona a buscar una camisa, ropa interior y sombrero en otro
lado. Si el planeaba alimentar a alguien, él debía estar listo para darle a esa
persona comida, bebida, tabaco, etc., para satisfacer completamente a la
persona. Si él no podía hacer esto, Àlàdé
fue advertido de que no ofreciera la ayuda en absoluto.
El
acuso al Awo de intentar manipularlo para que él diera más de lo que podía dar.
Después de todo, el Awo era una de las personas que más se beneficiaría de sus
buenos gestos. Él le dijo al Awo que fuera y se lanzara en la laguna, si él el
Awo no estaba satisfecho con la ayuda que había recibido hasta ese momento. Àlàdé le dijo que el ebo no sería ofrecido, y que
si el Awo no estaba complacido entonces debería ir y hacer lo que fuera que le
diera placer. Àlàdé entonces se paró y se fue. El Awo sin embargo le dijo que
no había problemas con lo que hiciera o no el ebo, Él era libre de aceptar o
rechazar el concejo del Awo. Con esto, Àlàdé se fue.
Cuando Àlàdé comenzó a cultivar la granja, él se dio cuenta que mucha más gente
tenía acceso a él. Por esto, él estaba muy contento. El también tenía una buena
cosecha esa temporada y esto le hacía aún más feliz.
El
pronto se dio cuenta que al tener más visitantes en su granja, el necesitaba
hacer más para ayudarlos a aligerar sus cargas y fatigas por sus viajes. Por
esta razón, Àlàdé diseño una manera de asegurar que todo el mundo recibiría la
ayuda. El decretó que quién viniera a su granja tenía que escoger entre beber
agua o comer ñame tostado. Nadie tenía permitido consumir las dos cosas juntas.
Lo siguiente se convirtió en el lema popular entre la gente: énikan kíí je méji l´ábá Àlàdé; bi obá je
´su o ò níí mu´mi, bí o si mu´mi oò níí je´su; lo cual significaba: nadie puede
disfrutar dos cosas en la granja de Àlàdé. Si comes ñame, no puedes beber agua;
y si bebes agua, no puedes comer ñame. Poco después, todos los viajeros sabían
que si llegaban a la granja de Àlàdé, ellos tendrían algo para disfrutar, pero
nunca serian dos cosas al mismo tiempo. Esto se había convertido en ley en su
granja.
Un
día un hombre llegó a la granja de Àlàdé por ayuda. Este hombre se había
perdido en el bosque. Había estado divagando por 5 días sin comida ni agua.
Apenas llegó a la granja de Àlàdé, el empezó a suplicar por comida y agua
porque estaba muy hambriento y sediento. Él hombre suplicó que necesitaba los
dos. Àlàdé dijo que tal cosa no estaba permitida en su granja. Después de
suplicas y rechazos, el hombre escogió comer ñame. Àlàdé le dio dos tubérculos
medianos para comer. El hombre no había terminado de comer el primero cuando su
garganta se secó y el ñame se pegó a su garganta. El rogó y rogó por agua, pero
Àlàdé se rehusó a dársela, declarando que él ya le había dicho que no podía
disfrutar de las dos cosas juntas en su granja.
El hombre cayó y el ñame comenzó a sofocarlo. Àlàdé sintió que sería
deshonroso cambiar su decreto así que no quiso dar su brazo a torcer. Momentos
después el hombre murió.
Tan
pronto el hombre exhaló su último suspiro, la gente comenzó a llegar a la
granja de Àlàdé. Como lograron saber del incidente, era muy extraño para él. La
historia en boca de la gente era que Àlàdé había atraído a una persona a su
granja, ofreciéndole ñame y después lo estrangulo hasta matarlo. Àlàdé suplicó
y les explicó a todos su versión de la historia, pero nadie le creyó. Àlàdé fue
abofeteado y pateado por la gente. Le gritaron y lo insultaron. Le ordenaron
entonces que llevara el cadáver al palacio del Oba. En su camino al palacio, él
se cayó cuatro veces. Cada vez que el caía, la gente lo abofeteaba y lo
pateaba, ordenándole que se pusiera de pie y siguiera cargando el cadáver.
Para
colmo, él se dio cuenta que aquellos que lo pateaban y abofeteaban, eran
visitantes regulares de su granja que iban frecuentemente a comer o beber allí.
Todos estaban agradeciendo a Olódumare por no haber caído en la trampa de Àlàdé
y no ser una de sus víctimas, como el hombre muerto había sido.
En
el palacio del Oba, la pregunta que le fue hecha Àlàdé repetidamente, después
de terminar su historia era, ¿por qué
cuando el hombre suplicó agua, no le fue dada el agua? Cuando Àlàdé les dijo
que esa era su política el que nadie pudiese disfrutar dos cosas a la vez en su
granja, Àlàdé fue insultado y declarado un hombre miserable y un asesino. Àlàdé
fue condenado por asesinato. Cuando estaba a punto de ser sentenciado, Àlàdé
Oníwatá- Mètú, recordó el consejo y advertencia del Awo pero era muy tarde para
ser una enmienda.
En
la historia anterior, podemos ver que aunque Àlàdé Oníwatá- Mètú era
benevolente con mucha gente, el no completó su acción de benevolencia, y por
esta razón su benevolencia no le fue de ningún provecho para él, ni para el que
la recibió. En vez de ser elogiado, Àlàdé fue maldecido e insultado; también
fue inculpado por matar a alguien a quien pretendía ayudar.
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